jueves, 24 de octubre de 2013

This is Cambridge

Estoy a punto de llegar a las dos semanas en Cambridge, así que creo que ya tengo la autoridad para poder contaros un poco como es la ciudad sin que podáis poner en duda mis palabras. De momento, comentaré aspectos generales de la ciudad y en otro post posterior me centraré en la búsqueda de trabajo. Repito, éste no es un blog de consejos, si hay alguien que viene buscando eso, haced clik aquí: http://bit.ly/Hk5GPF.

Cambridge no es una ciudad muy grande, y condensa la mayoría de su actividad comercial en el centro. Una zona poblada de cafeterias italianas, asiáticas paseando y gente pidiéndote disculpas cada vez que interrumpe tu trayectoria. Las tiendas no son nada del otro mundo, hablan raro, pero funcionan como todas: pagas y te llevas lo que quieras, siempre que esté dentro del precio acordado. Si paseamos un poco por el centro llegaremos a la zona de los College, que son las facultades en nuestro país.

Cada College presume de una larga tradición histórica y compiten entre ellos para ver cual ha producido mayor número de personalidades famosas. Se toman muy a pecho lo de pertenecer a un College, para ellos es un motivo de orgullo (y satisfacción) llevar los colores y escudos de su casa. Y a diferencia del sistema que lleva la UPV, cuando perteneces a un College, eres miembro de por vida, pudiendo usar los servicios que ofrecen una y otra vez. 

Para identificar los edificios universitarios hay que seguir una premisa básica. Cuando veas uno, tienes que formularte la siguiente pregunta: ¿Podría ser el castillo de Harry Potter?. Si la respuesta es afirmativa, entonces enahorabuena querido lector! acabas de identificar un edificio universitario en Cambridge. Los jardines/terrenos que poseen los College son enormes (pero enormes de cagarse eh), lo que pasa que su acceso está restringido a estudiantes, salvo en algunas ocasiones que sí que se puede entrar, pero de nuevo recurrimos a Económicas II: si pagas, entras.

Los jardines del King's College, si os fijáis, en la tercera ventana desde la izquierda se puede ver a Harry


La planificación urbanística de Cambridge impide que hayan edifcios que sobrepasen las 4 alturas, algo que convierte la ciudad en un sitio más agradable a mi parecer, y el que opine lo contrario es que simplemente es gilipollas. Se parece mucho a la ciudad de Brujas, y ya sabéis todos que soy experto en asuntos belgas, incluso muchas de las casas parece que hayan conservado su fachada desde hace un siglo. Algo que le da un toque mágico a la ciudad, a pesar de que se convierte en un impedimento para los suicidas que toman la opción de saltar por la ventana. Aquí en Cambridge, si quieres suicidarte, te toca ser un poco más ingenioso.

La mejor opción para moverse por la ciudad es usar la bicicleta. Llegas a cualquier punto en un máximo de 15 minutos, no tienes problemas de aparcamiento y notas el fino tacto de la lluvia cada dos por tres. Todo ventajas oye. Por lo visto, y a no ser que haya un español cerca, no es muy habitual el robo de bicis. Así que la puedes dejar con tranquilidad todo el día en el mismo sitio sin peligro a que vuelvas y no esté tu preciado método de transporte.

Me da que de momento ya os he contado bastantes cosas sobre la ciudad. De todas formas iré explayándome según la vaya conociendo más. Lo dicho, en el próximo post: la búsqueda de trabajo.

lunes, 14 de octubre de 2013

Migración de la golondrina valenciana


Antes de empezar mi segunda entrada, me acabo de dar cuenta que ya existe otro blog con el mismo nombre. Así que toda la originalidad que pensaba que tenía se ha ido por el sumidero. De todas formas, si realmente queréis enteraros de cómo es Cambridge, me da que el otro os va a servir de más ayuda. Una vez aclarado esto, voy a relatar cómo fue mi viaje de migración desde Torrent a las campiñas inglesas.

Mi avión salía a las 11:30 desde Manises a London Stansted, buscando ahorrar gastos desde el primer momento, la compañía de vuelo elegida fue Ryanair. A pesar de todas las quejas que reciben, ellos cumplen su cometido, me desplazaron desde el punto A al punto B en un tiempo de 2 horas y 45 minutos. Puede ser que necesiten mejorar un poco las formas, por ejemplo, se llenaron todos los compartimentos superiores para el equipaje cuando yo embarqué y con un tono  no muy amable me indicaron que tenía colocar la maleta debajo del asiento de la mujer de delante. Si los asientos ya disponen de poco espacio para la comodidad de las piernas, ahora éste se vió reducido por la presencia de mi maleta. 

El avión despegó, y en casos como estos que el viaje se puede hacer un poco largo, la compañía irlandesa ofreció uno de sus ya conocidos espectáculos para amenizar al resto de pasajeros. Faltaban aún 50 minutos para aterrizar cuando la gente empezó a solicitar, efusivamente, la atención de las azafatas. Una pasajera se encontraba mal, pero no era una pasajera cualquiera, era la mujer que estaba sentada delante de mí. La mujer, un poco desconsiderada, todo sea dicho, se puso a vomitar a diestro y siniestro sin importarle que mi maleta estaba debajo de su asiento. Rápidamente la cogí para evitar entrar en el país oliendo a bilis. No os puedo enseñar como fue la situción porque llevaba el móvil apagado y no pude grabarlo, pero fue algo así: 


El show de la mujer se solucionó con un poco de agua fría y tumbarse con los pies levantados, una práctica poco ortodoxa pero eficaz. Pasado el vuelo, puse pie en el aeropuerto de Stansted. El trayecto desde el avión hasta la zona de recogida de equipajes está adornado por unos carteles que advierten sobre la importancia de la seguridad en el país y como sólo dejan entrar a las mejores personas. A su vez, te aconsejan que tengas el pasaporte a mano para una rápida identificación. Todo cobró sentido en la zona de chequeo, donde van comprobando, persona por persona, que la documentación está en regla antes de entrar al país. Si queréis evitar largas colas, lo mejor es ir al fondo, donde está la zona automatizada con cabinas dignas de un paisaje orwelliano. Introduces tu pasaporte en un lector, entonces la cámara se activa y comprueba que eres el mismo de la foto, si todo está en orden, las puertas se abren y ya puedes entrar oficialmente en el Reino Unido. Este proceso es muy delicado, porque sólo tienes dos oportunidades para pasar el control, un hombre que estaba en la cabina de al lado introdujo mal el pasaporte dos veces y ya no es que no le dejaron entrar al país, sino que dispararon a matar. Así que por favor, comprobad bien por qué cara introducís el pasaporte en el lector.

Para trasladarse del aeropuerto a Cambridge tenéis que bajar hasta la estación de trenes que hay debajo, es muy fácil llegar y está todo bien señalizado. Por el precio de 12 libras puedes comprar un billete y en 30 minutos llegas al destino. De nuevo, en su empeño por mantener la seguridad de sus ciudadanos, la megafonía del tren insta a los pasajeros a que si ven algo sospechoso no duden en llamar a la policia o comunicárselo al revisor. Así que me mantuve quieto para evitar que cualquiera pudiera denunciarme a la policia por realizar alguna actividad sospechosa.

Llegados a Cambridge, la opción más cómoda es coger un taxi y olvidarte de ir arrastrando todo el peso de las maletas por la ciudad. Ésta es la historia de como mi destino cambió, como sin comerlo ni beberlo llegué a la casa de Jara y José Luis que han tenido la amabilidad de acogerme en esta nueva aventura. Próximamente os hablaré de la ciudad de Cambridge en sí.

jueves, 10 de octubre de 2013

Cogiendo libras, vaciando armarios...

Vuelvo a los terrenos del blog para contaros qué tal evolucionan mis andanzas por las tierras de Charles Spencer Chaplin, Winston Churchill y Sherlock Holmes, entre otros ilustres personajes históricos. "El puente sobre el río Cam" pretende ser una guía de aprendizaje de cómo no hay que hacer las cosas en caso de querer emigrar, por ejemplo, haber acabado de preparar la maleta horas antes de coger un vuelo o crear un blog tirado en la cama en calzoncillos en vez de estar descansado para el largo día de viaje que me espera.

Éste es un viaje extraño, diferente, no sé a qué caminos me va a llevar ni que duración va a tener. Igual puede ser el principio de una larga lista de peripecias que me lleven a ser conductor de monorraíl o puede durar 2 meses hasta que vuelva a casa al no haber encontrado cómo ganarme el jornal (apunto, aunque tentadora, la prostitución no es una opción). Ha sido una semana de desbarajustes que no me han permitido despedirme de todos los que deseaba, espero que podáis comprenderlo o que, al menos, estas palabras os hagan guardar los palos y cadenas.

Para los que no lo sepáis, mi destino de inicio, mi punto de partida, mi casilla de salida del Monopoly, mi Insert Coin es Cambridge. A pesar de la tentadora Londres, he decidido apostar por un destino que no sea tan conocido (ya sabéis, Londres se ha vuelto muy comercial, antes molaba). Os voy a resumir un poco qué es Cambridge:

Cambridge es una ciudad que posee una universidad muy grande, allí trabajan miles de profesores que se pasan todo el año corrigiendo los exámenes del First del resto del mundo. En sus ratos libres, cogen canoas y compiten contra los de Oxford en el río Támesis con el único objetivo de que David Fincher pueda tener una escena guay y que rompa con todo en su película. El nombre de la ciudad proviene del famoso río Cam, no es el Kwai, pero no le pidamos peras a Olmos. Este puente es estudiado por los futuros arquitectos de todo el mundo, su compleja construcción ha sido uno de los engimas de la sociedad moderna. Para que lo entendáis, os dejo una imagen para que lo contempleis en todo su esplendor.

El puente en cuestión, o al menos así lo recrea la Viquipèdia

De momento, ésta ha sido la primera entrada de preparación. Poco a poco os iré narrando mi día a día en el Reino Unido. Para despedirme, empleo una expresión que usan mucho por allá: Arrivederci!